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Old 12-Aug-22, 12:38
eddyeddeddy eddyeddeddy is offline
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Default Mamá, perdóname.. (Historia con Femdom, FaceKicks y Ballbusting)

Una madre lo da todo por su hijo hasta que este traiciona su confianza. Y con sus pies desnudos lo castigará hasta hacerle ver sus errores.

"Mamá, te quiero. Gracias a ti soy mejor persona: gracias a tu cariño, tus consejos y tus caricias. Gracias por advertirme de los peligros del alcohol, la drogadicción y los excesos... gracias por enseñarme el camino correcto y guiarme en la vida. Gracias por traerme a este mundo y mostrarme sus claroscuros, por enseñarme modales y por tantas otras cosas que no nombro porque nos darían las tantas."

"Quisiera que pronunciaras esas palabras con toda mi alma, hijo mío, de verdad lo quisiera. Pero sé que no es posible, que no lo vas a hacer... porque tú ya no eres así." Pensó Laura para sí misma mientras observaba como Enrique, su hijo único, holgazaneaba frente al televisor, viendo como de costumbre uno de sus partidos de fútbol, gritando e insultando a todo quisqui mientras aporreaba el mando de la televisión. Un mando que, como era de esperar, no había comprado él.

Laura era una madre soltera que a sus 42 años se desvivía por su hijo, afable y trabajadora. Una mujer de muy buen ver, su bello rostro sonrosado estaba libre de toda arruga y los años la mejoraban como a un buen vino, su pelo escarola negro como el betún le caía por la cara y sus ojos grandes de anime provocaban una mirada embelesadora. Bajita de estatura pero con sus curvas, se mantenía en forma haciendo elíptica o saliendo a correr. Tenía un cuerpo de escándalo y unas piernas voluptuosas. Por no hablar de sus pies: grandes y carnosos, suaves por arriba pero callosos por debajo, con los dedos largos y sus uñas sin pintar, al natural. Era un ser maravilloso.

Sin embargo no se podía decir lo mismo del miembro restante de la casa... Hacía muchos años ya que madre e hijo se habían distanciado. Vivían bajo el mismo techo pero apenas se dirijían la palabra. Y no era porque ella no lo intentara, que lo intentó, sino porque su hijo Enrique, un joven nini de 24 años, había perdido el norte y las ganas de luchar por nada en la vida. Durante la secundaria repitió curso un par de veces hasta que se hartó y dejó los estudios, se dio a la bebida y se rodeó de malas influencias. No hacía más que jugar a la consola, emborracharse y gastar dinero. Dinero que siempre pedía a su madre, primero para salir de fiesta los fines de semana, luego a diario. Y para colmo se enfadaba si la pobre no accedía a sus peticiones. Se ponía agresivo y era insoportable. Laura no podía aguantar más, había tocado techo. Traer un niño a este mundo suponía una gran responsabilidad y ella lo había comprobado pero bien.

Y ahí estaba el infeliz, sentado frente a la tele del salón, bebiendo alcohol y viendo fútbol con las piernas bien abiertas ocupando todo el espacio posible en el sofá, su madre a un lado apretujada. Había vuelto de fiesta y una de las primeras cosas que hizo al llegar a casa fue desnudarse y tirar toda la ropa por el salón, quedándose en paños menores. No antes de abrirse una cerveza, quitarle de las manos el mando a distancia a su madre y cambiar de canal.

Como pueden imaginar la convicencia con semejante individuo era un infierno, así que dada la situación en casa Laura decidió darle un ultimátum: "Enrique, tengo algo que decirte..." El joven nini hizo caso omiso mientras subía el volumen de la tele. "Cariño, escúchame bien porque no te pienso repetir: quiero que te pongas a buscar trabajo ahora mismo o en su defecto acabes tus estudios. Tienes que hacer algo con tu vida, no puedo mantenerte para siempre." El hijo no pudo evitar descojonarse de la risa. "Mira, voy a hacer como que no he oído nada. Si te largas de mi vista ahora mismo te lo pasaré por alto." Dijo él mientras se rascaba un huevo por dentro del calzoncillo y le daba un sorbo a su birra. Laura no se movió de su lado a pesar de su advertencia. "¡QUE TE PIRES, JODER!" Le gritó él, haciendo que la pobre mujer se llevara un sobresalto. Y no solo ella, con ese grito a los cuatro vientos se había enterado medio vecindario, quienes, por otro lado, ya estaban acostumbrados.

"Cariño, estás haciendo mucho ruido, tienes que relajarte. Los vecinos no paran de hacerme preguntas." Le dijo la pobre temblando, estaba muy asustada.

"¡Que me la suda! ¡Me la sudas tú y me la sudan los vecinos! ¡Lárgate ya a dormir, que es tarde!" Contestó el malnacido hecho una furia mientras fijaba la vista en su madre, quien estaba cabizbaja intentando no venirse abajo.

"Aún recuerdo cuando eras un crío que esperaba a que su madre llegara del trabajo cada noche parado frente a la ventana: impaciente. Anhelando durante todo el día mi presencia; lamentando mi ausencia. Saltabas de alegría cuando me veías llegar en el coche y entrar por la puerta. Te gustaba que jugara contigo, que llegara a casa y me quitara los zapatos de tacón. Se te ponían los ojos como platos cuando me descalzaba y reposaba mis pies maltrechos sobre la mesa, dejánodolos a la vista. Imposibles de ignorar. Te lanzabas sobre ellos como si fueran dos filetes con patatas: babeando. Se te sonrojaban las mejillas y aceleraban las pulsaciones mientras intentabas disimular tus ansias por olerlos, por masajearlos. Apestaban después de una jornada intensa de trabajo pero a ti no te importaba, ¿verdad? De hecho lo adorabas. Sé que para ti no era solo un juego inocente... y para mi tampoco. Mis pies hechos papilla solamente los aliviaban tus mimos y tus besos. Era nuestro secreto. Nos teníamos el uno al otro y de papá ya ni hablabamos. No existía, se había ido. Solos tú y yo."

"¿Te acuerdas de eso, verdad Enrique? Dime que te acuerdas." Dijo la madre aguantándose las ganas de llorar para no manchar su vestido de dormir.

"¿¡Pero qué coño dices, mentirosa!? ¡Eso nunca ha ocurrido, no soy un puto fetichista! Y encima con tus pies... qué puto asco." Bramó el chico, asqueado ante la mera idea de volver a acercarse a esos pies repugnantes. Y aunque se acordaba perfectamente prefirió hacerse el loco, pues darle la razón a su madre supondría quedar en inferioridad ante ella, como alguien débil, sumiso. Deseaba con todas sus fuerzas borrar de su memoria aquellos recuerdos humillantes.

"¡Escúchame, Enrique, yo solo quiero que- !" Intentó mediar ella ahora sí entre lágrimas, afectada por las palabras hirientes de su hijo, justo antes de ser interrumpida.

"¡Quique, me llamo Quique! ¡No me vuelvas a llamar así o te juro que te meto!" Bramó el chico nuevamente. Había cruzado la línea. Y aún con todo su madre quería seguir siendo comprensiva, quería arreglar las cosas. "Amor, no te pongas así, por favor. Creo que he sido lo suficientemente buena contigo y te lo he dado todo, no merezco este trato..." dijo ella en un último intento por enmendar la situación, mientras que con su pie calzado en un slipper le acariciaba la pierna sensualmente, como en los viejos tiempos. "¡Quítame tus pezuñas de encima, joder!" Exclamó el joven, apartando los pies de su madre de un manotazo, con brusquedad.

Estaba dolida, no podía hacerse a la idea de que su hijo había cambiado. A dónde había ido el pequeño Enrique y quién era ese tal Quique que estaba sentado en el sofá. Tenía muchas dudas. Quería amarlo con todas sus fuerzas pero el joven rebelde no se lo ponía fácil. Ya no era un niño, era un adulto alcohólico y agresivo. Un peligro para todo aquel que se topara en su camino. Un peligro para ella.

"¡Vete ya anda, vete ya!" Le dijo haciéndole gestos con el brazo a su madre para que se fuera. Laura estaba devastada. No quería causar más problemas, así que se levantó del sofá y puso rumbo a su habitación, llevándose las manos a la cara antes de arrancar a llorar nuevamente. Era el pan de cada día.

"Mamá, espera..."

A Laura se le iluminaron los ojos. "¿Finalmente ha entrado en razon, es eso posible?" Pensó. No quería hacerse ilusiones pero no podía evitarlo. "Sí, cariño. Dime." Le dijo ella expectante y comprensiva. Su hermoso rostro manchado por un rímel corrido.

"Tráeme otra cerveza antes de irte."

"..."

"Va, espabila."

Laura no dijo una sola palabra, tan solo se dirigió a la cocina, sacó una lata cualquiera de la nevera y se la tiró a la cabeza. Falló por poco.

"¿¡Pero qué coño haces!? ¿¡Qué ha sido eso!?"

"Tu cerveza, cariño." Dijo, ahora sí, yéndose a la habitación.

"¿A dónde te crees que vas? ¡Ven aquí ahora mismo!" Quique la agarró de los hombros y comenzó a agitarla mientras le soltaba improperios a la cara. Aunque para ella solo eran balbuceos sin sentido, producto de su enajenación, no podía seguir permitiendo tal trato vejatorio hacia su persona, no debía pasarle nada más por alto. Estaba bloqueada y, aún así, actuó de la mejor forma que pudo dada la situación: hundiéndole la rodilla en los testículos a su hijo. "Joder, joder, JODEEEEEEER!" aulló el joven de dolor. "¡Pero cómo te atreves, joder...!" Continuó, soltándole un bofetón a su madre y empujándola hacia atrás, haciendo que se golpeara la cabeza contra la pared. El joven pudo notar mientras se llevaba las manos a los huevos como a su madre después del golpe le cambió la cara. Su mirada era otra, su expresión era distinta.

"Tú no estás hecho para ser un bully, cariño. Tú estas hecho para postrarte ante las mujeres y adorarlas y complacerlas en todo. Ese es tu lugar. Así que no intentes hacerte el machito conmigo porque no funcionará. Ya no te tengo miedo." dijo Laura incorporándose.

"¿Pero cómo te atreves a darme en los huevos? ¿Estás loca o qué? Me las vas a pagar..." dijo él, aún adolorido.

"Te lo advierto Quique, no quieres verme enfadada. Te daré una última oportunidad y pasaré por alto tu conducta si te arrastras hasta aquí y me besas los pies." Dijo su madre mirándolo fijamente a los ojos, con una clara expresión de superioridad que hizo enrabietar al joven Quique. "¡No estás en posición de negociar, perra!" gritó él abalanzándose sobre su madre cegado por la ira y con un brazo levantado, anticipando de manera descarada su siguiente ataque, cosa que aprovechó Laura para esquivarle y dejar que se estampara contra la pared de detrás; el impetu haciendo el resto. Su frente chocando donde previamente impactó la nuca de su madre. "Amor, quiero que sepas que todo lo que voy a hacer a continuación será en defensa propia." Le advirtió en lo que el chico se recuperaba del golpe. La cabeza le daba vueltas.

"¿Sí? ¿Y que coño piensas hacer, hija de pu- ?" Quien no pudo prever el siguiente movimiento de su madre fue él, que en un abrir y cerrar de ojos sintió como el empeine de su pie calzado impactaba a gran velocidad contra su mejilla creando un sonoro "PAFF". Laura había ejecutado con éxito una preciosa patada giratoria. "Qué ha sido eso... qué ha pasado..." Se preguntó el pobre infeliz que de repente se encontraba tumbado en el suelo. No entendía como era posible que su madre le conectara tal patada al rostro con tanta facilidad y a tanta altura siendo ella un tapón. Claramente él era el alto y corpulento de los dos, pero de nada le había servido ante la agilidad y flexibilidad de su madre. Ya no se veía con tanta superioridad. Los papeles se habían invertido.

"¡Ja! ¿Eso es todo, mamá? ¿En serio? ¡Si apenas he sentido nada...!" Le hizo saber con una sonrisa nerviosa mientras se ponía de pie. Las piernas le temblaban. "Límpiate con una servilleta." le dijo ella. "¿Qué?" Se preguntó el chico mientras un hilo de sangre le brotaba de la nariz. Quiso comprobar con sus dedos cuan grave era la hemorragia y se acabó mareando al ver su propia sangre, cayendo de nuevo al suelo.

"Levanta, anda. Aún no he acabado contigo."

"¿Cómo que aún no has acabado conmigo? No juegues con fuego, mamá... solo ha sido un golpe de suerte. No seas tan engreída." Le avisó en un intento desesperado por disimular que se encontraba en una clara situación de inferioridad, pero ella no le prestó mucha atención. Por el contrario se comenzó a quitar sus zapatillas de andar por casa. Lentamente. Quería que su hijo viera toda la escena.

"¿Qué coño haces ahora?" Le preguntó él.

"¿No lo ves? Me quito las zapatillas." Respondió ella. Un potente olor a pie se empezó a extender por el aire.

"¿Pero por qué? El suelo del salón está sucio..." Quique seguía confuso.

"Lo sé, cariño." Le dijo ella serena mientras restregaba sus pies recién salidos de sus slippers por el suelo, con la intención de acumular toda la suciedad que fuera posible en las plantas de sus pies; antes rosadas, ahora negras. Aprovechó también que su hijo seguía sentado en el suelo para acercarse a él y levantar uno de sus pies hasta dejárselo a la altura de la cara, mostrándole su suela negra impregnada de toda la mugre del salón. "Límpiamelo con la lengua o te arrepentirás. Tienes 3 segundos."

"¿Estás de coña...?"

"3... 2... 1..."

"¡Vete a tomar por culo, loca de mierda!"

"¡Tiempo!"

"ZASS" Otra patada, esta vez frontal, con la planta del pie, nuevamente hacia su rostro. "¡AAAARGH!" Laura sonrió al sentir como las fauces, la napia, y uno de los ojos de su hijo eran aplastados por su pie desnudo. Era una sensación increíble. Mucho mejor que cuando Enrique le masajeaba los pies. El efecto que parecía tener en ella un rostro crujiendo bajo sus patitas era realmente exquisito. Y sin embargo para él... todo un mundo de dolor y humillación se abría ante sus ojos. Un mundo donde se enseñaba a los hijos a obedecer e idolatrar a sus madres por la fuerza.

Cuando Laura retiró su pie la mitad del rostro del chico estaba hinchado, con algunos cortes y muescas que empezaban a sangrar ligeramente. Su hemorragia nasal se acentuó y por la huella negra que quedó impresa sobre su cara se podía ver con exactitud la zona donde había imapactado el sucio pero precioso pie de su madre.

Quique estaba en shock, no podía moverse. Por algún motivo seguía consciente y muy a su pesar su madre aún no estaba satisfecha. Entiendo que no es algo común, pero deben entender que cuando su propia madre les patea el rostro con tantas ganas todo cambia. Es una lección de humildad. Te ponen en tu sitio y nunca vuelves a ser el mismo.

"Te he dicho que te levantes, ¿es que no me has oído antes?" Dijo Laura, adoptando una posición de combate, mostrándose muy amenazante. Desde cuando sabía artes marciales, se preguntó él. ¿Y de verdad quería pelear contra su hijo? Aunque el joven nini se encontraba en desventaja su ego no le permitía rendirse, su madre estaba dispuesta a todo y lista para volver a atacar. Tenía que ponerse de pie a toda costa, ¿pero cómo?

"¡Oye! ¿¡Por qué armais tanto jaleo!?" Se oyó a un vecino desde fuera. Laura se distrajo por un momento y al girar la cabeza ya tenía a su hijo Quique encima. Se había abalanzado sobre su madre aprovechando ese breve momento de distracción, tirándola al piso y quedando encima de ella, sentado sobre su pecho. Con su peso estaba seguro de que podría controlar la situación, de que por fin le serviría de algo su corpulencia. "¡Ya te tengo joder, ya te tengo! ¡Mira cómo me has dejado la cara! ¡Mírame! ¿Cómo voy a poder ligar a partir de ahora?" Le gritó enrabietado, al borde del llanto, su cara magullada daba pena verla. "¡No te lo perdonaré, pienso acabar contigo!" Añadió en lo que agarraba a Laura de las muñecas y la sometía hasta hacer que su espalda y sus brazos estuvieran contra el suelo, dejándola indefensa. O eso creía él. Pues a pesar de todo la mujer forcejeó hasta conseguir liberar sus piernas, sacándolas de debajo del cuerpo del chico y posicionándolas detrás de este. Lo que pensó que sería una posición perfecta para contraatacar con sus patadas. Pero no, porque por mucho que intentaba patearle no conseguía alcanzar la cabeza de su hijo.

El joven seguía con su trasero firmemente aposentado sobre el torso de la mujer, quien ya se veía desesperada cuando de pronto le vino una idea. Y así, sin venir a cuento, su madre comenzó a escupirle. Le lanzaba unos gapos como perdigones, dignos de ver. Directos a la cara. El joven Quique no se esperaba algo tan rastrero. "¡No me puedes dar! ¡No me puedes dar!" Canturreaba él en un tono burlón, como un niño pequeño, mientras zarandeaba la cabeza de lado a lado. En una de esas esquivó uno de los gargajos echándose hacia atrás y girando ligeramente la cabeza hacia su derecha. Craso error. Laura sonrió, lo tenía.

"ZAAAAAAP" La pierna de Laura voló desde el suelo creando un ángulo de 90 grados hasta impactar con el rostro de su hijo, clavándole, como resultado, la uña del dedo gordo del pie en el ojo bueno, el que había sobrevivido a su anterior patada.

"¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!" El joven empezó a chillar y chillar. Sus ojos gravemente dañados no le permitían ver con claridad qué estaba ocurriendo a su alrededor, cosa que aprovechó la cuarentona para zafarse y quitárselo de encima. Asimismo, para evitar que el pobre desgraciado siguiera haciendo más ruido, corrió a su habitación a por un par de calcetines sudados, los cuales introdujo rápidamente en la boca de su hijo, silenciándolo en el acto. "No montes tanto escándalo, hombre. No querrás que venga la policia."

"¿¡En serio, qué está ocurriendo en esa casa!?" Preguntó otro vecino, desde un balcón a lo lejos. "¡Laura! ¿¡Te encuentras bien!?" Otro más.

"¡Tranquilos, de verdad, estoy bien! ¡Tenía la tele alta pero ya la bajo!" Tranquilizó Laura a sus vecinos mientras le tapaba la boca con el pie a su hijo, evitando así que escupiera las medias y soltara otro de sus gritos desgarradores.

"¡MMMPHF! ¡MMMMMMPHF!"

"Ay para, que me haces cosquillas en la planta del pie." Dijo Laura entre risas.

"¡MMMPHF! ¡MMMMMMPHF! ¡MMMMMMMMMPHF!"

"¿Qué dices? ¿Que sientes mucho haberte comportado como un idiota? Es que no te entiendo, Quique"

"¡MMPHF! ¡MPHF! ¡MMMMMPHF!"

"Por cierto, tú siempre fardabas de que eras muy bueno aguantando la respiración, ¿verdad? Porque me gustaría comprobarlo. ¿Qué me dices, me harías una pequeña demostración?" Dijo Laura, reajustando su pie; pasando de taparle la boca con su arco a presionarle los labios con bola del pie y pinzar con el dedo gordo y el índice la nariz de su hijo, bloqueándole toda posibilidad de respirar.

"¡MMMMMMMMMMMMMMMMMMPHF! ¡MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMPHF!" Quique no podía creerlo. ¿De verdad iba a morir así, tan joven y de esa forma tan humillante? ¿Qué pensaría la gente de él? ¿Y qué dirían las noticias? ¿Madre trabajadora mata a su propio hijo en defensa propia haciendo uso únicamente de sus pies descalzos? Todas esas ideas y más pasaron por su cabeza mientras convulsionaba en el suelo.

"No seas tan exagerado, no me huelen tan mal." Dijo ella mientras asfixiaba a su hijo con el pie, atónita al observar como su cabeza morada se inflaba poco a poco y los ojos se le salían de las órbitas. Parecía que iba a estallar.

"¡MMMMMMMMMMMPHF! ¡MMMMPHF! ¡MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMPHF!" Se resistió el joven en un último intento por escapar a la muerte.

"Vamos a hacer una cosa porque me está dando pena verte. Como me siento generosa voy a perdonarte la vida y tú, a cambio, harás todo lo que te diga. ¿Estamos?" Dijo ella, liberándolo de su angustia al retirar su pie. Su hijo aprovechando para aspirar todo el aire del planeta tierra. "¿¡ESTAMOS!?"

"¡MPHF, MPHF!" Asintió él, aún con la boca llena.

"Bien." Laura le quitó, además, los calcetines de la boca haciendo pinza y tirando de ellos con los dedos del pie. Eso sí, el regustillo a pies y vinagre que tenía en la lengua no se lo iba a quitar nadie. "¿Y bien, cariño? ¿Algo que decir?"

"..."

"¿Nada, en serio?"

"L-Lo siento..." Murmuró el joven por lo bajini.

"No te oigo, tesoro. Más alto." Le ordenó la madre, haciendo el típico gesto de ponerse la mano abierta detrás de la oreja para escuchar mejor.

"¡QUE LO SIENTO, JODER, LO SIENTO!"

"Esa boca."

"Siento haber sido una mierda de hijo todos estos años. Siento haber dejado los estudios y haberme dado al alcohol. Me arrepiento de traer siempre a chicas ebrias a casa, de gastarme todo tu dinero en ir de juerga pero, sobretodo... siento muchísimo haberte golpeado antes. De verdad que lo siento. Un hijo nunca debería ponerle la mano encima a su madre... Sé que me he portado mal y... solo espero que algún dia seas capaz de perdonarme..." Se hizo el silencio. "Ya está, lo he dicho, ¿vale? ¿Estás contenta?" Su sinceridad sorprendió a Laura para bien.

"Ven anda, Quique, dame un abrazo." Dijo ella recibiéndolo con los brazos abiertos. El hijo accedió antes de ponerse en pie y darle un fuerte abrazo a su madre.

"Y mamá... también siento... !NO HABERTE AHORCADO CON MIS PROPIAS MANOS CUANDO TUVE LA OPORTUNIDAD!" Gruñó Quique mientras agarraba a su madre por el cuello con ambas manos, pillándola por sorpresa. "¿De verdad creías que te iba a perdonar después de lo que me has hecho en la cara?" Dijo mientras apretaba con fuerza. "¡Ahora ya sabes lo que se siente cuando te asfixian! ¿¡A que no es tan gracioso caundo te lo hacen a ti, eh, mamá!?" Laura intentó liberarse atacando sus genitales, ya había funcionado con anterioridad, pero esta vez Quique se estaba cubriendo de los rodillazos con sus piernas y ladeando el cuerpo. "¡Ni lo intentes, zorra, eso no te va a volver a funcionar conmigoOOOOOOOOOOOH!" Aprovechando que el chico estaba distraído intentando proteger sus huevos la madre le introdujo ambos pulgares en los ojos. "¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! ¡MIS OJOS, JODER! ¡NO VEO NADA!" Laura lo había dejado ciego, justo ahora que se empezaba a recuperar de la vista. "¡JODER, JODER, JODEEEEEEEEEEEER!" Chillaba el joven en lo que se retorcía de dolor, dando vueltas por el suelo con las manos en la cara. Si han visto Kill Bill se imaginarán la escena.

"¡Iba a perdonarte, Quique, sabe dios que iba a hacerlo, pero lo has tirado todo por la borda!" Le comunicó la madre con impotencia mientras se limpiaba las manos en el vestido, observando a su patético hijo tirado en el suelo. Y observando, también, como su paquete estaba desprotegido. Un par de testículos grandes e intactos bien marcados por su calzoncillo ajustado. Eran el blanco perfecto. Agarró de las piernas al joven caído y, sin más dilación, comenzó a aplastarle los huevos con el calcañar.

"¡AH! ¡UH-UH! ¡Oh, oh, AH, AAAAAAH!" Gemía el joven mientras con una mano se tapaba la cara y con la otra intentaba cubrirse la ingle en vano.

"Toma, toma, toma, toma y... ¡TOMA!" Pisaba ella con energía, sus pies sucios manchando el calzoncillo de su hijo.

"Ah, ah, ah... ¡Para, por dios, PARA!" Los pisotones de su madre se sentían como si un martillo neumático perforara su entrepierna. Al rato sus testículos habían perdido toda forma.

"¿Te gusta? ¡En Japón lo llaman denki anma, es una tortura perfecta para ti! ¡Toma esta! ¡Y esta! ¿Te apetece algo de cenar? ¿Qué tal unos huevos rotos? ¡Toma y toma!"

"¡No, joder, no! ¡No me castres, por favor! ¡AH! ¡AH! ¡No quiero ser un eunuco...!" Le suplicó Quique llorando sangre.

"Pues tenemos un problema, tesoro, porque ahora mismo no quiero un nieto. ¡Y menos si sale de TI!" Enfatizó ella con un último pisotón, atrapando sus testículos severamente dañados entre el suelo y el arco de su pie. Estuvo a punto de hacerlos estallar cuando un chorro de semen caliente brotó de su pene, manchando su ropa interior y, por extensión, la planta del pie de Laura. "¡Qué asco, Quique, dios santo! ¡Que soy tu madre!" Dijo ella antes de interrumpir la castración de su hijo para ofrecerle el pie. "Venga límpialo, anda. A ver si haces algo bien."

Esta vez Quique sí accedió. Desesperado por salvar su vida y su hombría se lanzó al pie de su madre para cubrirlo de saliva con largos lametones, tragándose su propio semen y dejándole la suela como los brillos del oro; libres de toda partícula de polvo o suciedad. "No te olvides de lamer entre los dedos, cariño. Se me acumula mucha mierda ahí." Dijo ella sintiéndose como una diosa, viendo como tenía a su hijo postrado a sus pies, lamiendo cada uno de sus deditos como si fueran una piruleta. Adorándola, por fin, como se merecía. "Así, Quique, sigue así. Conoce tu lugar."

Al rato la lengua del muchacho comenzó a sangrar. Las durezas de los pies de su madre le dificultaban la tarea. Además, los pies de Laura no paraban de sudar y, por mucho que lamiera, el sudor seguía introduciéndose en sus heridas abiertas. Le ardía demasiado la lengua.

"Mamá, necesito un médico..." Dijo el joven entre lengüetazos.

"¿Por qué, cariño?"

"Porque me arde mucho la lengua y lo veo todo negro."

"Olvídate de eso, hombre. Tú sigue lamiendo, no te distraigas."

"Mamá, lo digo en serio... no veo nada..."

"No necesitas la vista para chuparme los pies, Quique. Deja de quejarte."

"He perdido mucha sangre, mamá, necesito ver a un doctor..."

"Me estás hartando, Quique..."

"¿¡Pero, mamá-!?"

"Cállate un mes." Respondió Laura, propinándole una patada en los morros, su pie desnudo y sudado interrumpiendo las quejas de su hijo. El cuerpo de este se elevó por los aires antes de dar una vuelta completa hacia atrás y aterrizar dolorosamente en el piso. Eso por no hablar del rastro de saliva con sangre que dejó en el aire a causa de la brutal patada de su madre. Parecía un dibujo animado. "¡Toma, en toda la boca! Soy buena, ¿eh?" Dijo ella sorprendida de su propia flexibilidad, mientras su hijo a duras penas podía reincorporarse.

El nini se llevó las manos a la boca, horrorizado. "¡¡¡JODEDDD, ME HAZ PADTIDO LOZ DIENTEZZZ!!! ¡¡¡TE VOY A MATADDD, TE JUDO POD DIOZ QUE TE VOY A MATADDD!!!" Vociferó, escupiendo sus incisivos y sus colmillos. Había desdentado a su hijo de una patada. Estaba acabado, o eso creía ella antes de ver como sacaba fuerzas para levantarse de nuevo. Que tuviera el valor de plantarle cara a su madre en el fondo la alegraba, pues significaba un ratito más de diversión para la bella Laura. "¡Vamos, Quique, un último intento! ¡Venga!"

El muchacho, visiblemente frustrado, intentaba golpear sin éxito a su progenitora haciendo aspavientos con las manos. Era una escena patética que hacía que, incluso a estas alturas, Laura se replantease si debía seguir castigándolo o no. Quizá ya había tenido suficiente. Quizá ya había aprendido la lección. Quizá el joven Enrique merecía un poco de piedad. Seguramente sí, pero la realidad era... que el joven Enrique ya no se encontraba entre ellos. Aquel que se mostraba ante Laura no era Enrique, sino Quique, no era su querido niño, era otra persona, otro ser. Un lastre, un total desconocido. Y con ese pensamiento en mente la llama interior de la mujer se avivó, quien pasando a la ofensiva, con sus pies desnudos llenos de durezas, comenzó a machacar la cara destrozada de su hijo sin cesar. "¡HI-YAH! ¡HI-YAAH! ¡¡¡HI-YAAAAAHH!!!" Pateaba y pateaba entre gritos agudos. Descargando toda la rabia acumulada. Patadas laterales, altas. Su ratio de acierto era prácticamente del 100%. Cada patada encontraba su destino: sino era su faz era su pecho, si no era su pecho era su estómago, si no era su estómago eran sus pelotas. Y sus pelotas bien que sintieron la furia de aquella madre soltera cuando empezó a soltar patadas bajas destrozándole los genitales con la bola del pie. "¡HAI! ¡HAI! ¡HAI!" El calzón ensangrentado del joven ofreciendo una nula protección. La dura bola del pie de Laura haciendo estragos en el aparato reproductor de su hijo. Reventando primero un huevo y luego el otro. ¡POP POP! Cada patada haciéndolo retroceder hasta toparse con la pared. Y para echar sal en la herida finalizó su sesión de ballbusting con un hermoso puntapié "BAMMM" Los dedos de su pie como cuchillas, sus uñas sin pintar clavándose profundamente en el escroto de Quique. El joven echando espuma por la boca y soltando una serie de gruñidos y gemidos sin sentido. Era como ver a un cerdo en el matadero. Definitivamente lo había castrado del todo, pensó ella, después de mantener el pie bien hundido en su virilidad por unos segundos.

A Laura ya no le importaba nada más. Su único objetivo en mente era destruir física y mentalmente a su propio retoño. Y así lo demostró con su siguiente movimiento. "¡Huéleme los pies! ¡¡¡HI-YAAAAAAAAAAAAHHH!!!" La mujer lo remató metiéndole una patada voladora justo en medio de la cara, aplastándole con el filo externo del pie y el talón lo que quedaba de su nariz, rompiéndosela y empujándole el cartílago hacia dentro, resultando en ríos de sangre que fluían de sus orificios. Era una escena de película, con Laura suspendida en el aire mientras extendía su hercúlea pierna hasta machacar con su pie desnudo el rostro de su propio hijo, clavándolo en la pared; el impacto de su nuca contra esta creando una gran fractura en el gotelé. Parecía un personaje de un videojuego de lucha ejecutando su finisher. No lo mató de milagro.

El cuerpo del joven cayó al suelo como un saco de patatas, dejando un rastro de sangre vertical en la pared producto del roce con su nuca. De esta no se iba a recuperar, pensó la madre, que se había dejado la garganta en ese último grito. Toda una vida de sacrificios y vejaciones acababa aquí. Era hora de pasar página. Por fin era libre.

"Hijo mío, nunca lo olvides: yo te dí la vida y yo te la puedo quitar." Concluyó ella, antes de lanzar un último pisotón hacia su rostro esangrentado, desgraciándoselo aún más y noqueándolo definitivamente en el proceso. La planta callosa de su pie descalzo le fracturó el cráneo y acabó por desfigurarlo del todo. No quedó nada reconocible en aquel rostro de quien antaño fuera un niño tierno y juguetón que una madre alguna vez pudo amar; tan solo una cáscara vacía, un recuerdo de lo que fue.

Y ahí siguió ella, con su pie derecho hundido en la masa sanguinolenta de carne y huesos rotos que solía ser la cara de su hijo, apoyada en la pared para no perder el equilibrio, posando victoriosa e incorporando ahora el otro pie, el cual dejo reposar sobre el derecho para pisarle con más fuerza y crear consigo una imagen tan poderosa que podría quedarse grabada en el recuerdo de todo aquel que viera la escena desde fuera, casi como si de una estatua griega se tratara. Teseo y el Minotauro. David contra Goliat. Laura contra Quique. Era una imagen empoderante, simbólica. Y también el último recuerdo que tendrían el uno del otro: ella triunfante; él humillado. Ella encima y él debajo.

La mujer finalmente caminó hacia la entrada y salió de su casa, descalza, dejando huellas rojas por donde pisaba y dejando a su hijo moribundo atrás, tumbado boca arriba en un charco de su propia sangre; ignorando si seguía o no con vida. Aunque qué más da, pensó ella, el hijo al que una vez amó había muerto hace mucho, mucho tiempo.

Una de sus "amigas" de la infancia, que justo pasaba por el barrio, la vió andando por la calle y se le acercó, llamando su atención. "¡Hola, Laurita! ¡Cuánto tiempo! ¡Hacía mucho que no nos veíamos! ¿Todo bien por casa, qué tal está tu... hijo...?" Se le quedó la cara a cuadros. "¿Q-qué te ha pasado...?"

"Nada, estoy bien."

"¿Pero cómo vas a estar bien, Laurita? Si tienes los pies cubiertos de sangre..."

"No es mi sangre." Le hizo saber.

"¿Que no es tu sangre? ¿Y de quién va a ser si no?" Preguntó la mosquita muerta.

"Entra y compruébalo tú misma." Dijo Laura, señalando con el dedo en dirección a su hogar.

"C-Claro, Laurita, pero tú quédate aquí, que enseguida vuelvo..." Le dijo en lo que entraba a su casa a comprobar; la puerta principal abierta de par en par, las luces apagadas y, muy de fondo, un ligero gemido de dolor. "¿B-Buenas? ¿Hay alguien aquí? ¿Quique, eres tú? Tu mamá necesita ayuda... ¿Me oyes, Qui- ? ¿Qué...? ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!"

Laura se marchó del lugar, más contenta que nadie.

En su cara una sonrisa de oreja a oreja.

En sus pies el ADN de su hijo.
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